La música posee una influencia enorme en nuestras vidas, nos demos cuenta o no, siendo conocido su poder ya desde los antiguos griegos que consideraban que la música lograba cambiar la conducta humana introduciendo sensaciones y emociones.
El valor terapéutico es enorme y desde finales de los años 40 ha ido in crescendo los estudios al respecto, saliendo del laboratorio al público conocimiento la manera en cómo nos influye la música, nos afecta y nos modifica.
La música incide en nuestro cerebro y en nuestras emociones. Hasta nuestro cuerpo hace eco de su presencia con movimientos espontáneos. "Escuchamos música con nuestros músculos" (Nietzsche).
Numerosos estudios en neurociencias, musicoterapia, psicología, ... han demostrado la eficacia de la utilización de la música en el tratamiento de enfermedades como el Parkinson, el síndrome de Tourete, la afasia, el autismo o la amnesia, entre otras.
Como resultado de extensas investigaciones, han sido elaborados métodos utilizando la música de Vivaldi o Bach, como ejemplos, para incrementar la creatividad, la inteligencia y/o focalizar la atención.
¡Utilicemos ésta herramienta para nuestro uso cotidiano!
Si nos encontramos en un día tristes, decaídos, podemos utilizar la música para profundizar en este estado emocional, si así lo queremos (hay a quienes les cuesta llorar, por ejemplo): el escuchar un Adagio nos favorecerá ésta elección. En cambio, si deseamos ayudarnos a salir de ese estado emocional, la música vital, movida, "nos tenderá una mano" para salir de ése lugar.
A veces podemos encontrarnos tensionados, apelemos a la música calma; hay compilaciones musicales específicas para relajarnos, meditar. Si estamos demasiado calmos y hemos de salir afuera o emprender alguna actividad, entonces la música de tierra (grounding) nos impulsa, nos mueve a pisar fuerte, caminar derechos y levanta nuestra energía.
Para seleccionar la música no hace falta que seas un estudioso/a de la misma ni que poseas conocimientos neurológicos sobre la manera que incide la misma en nuestro cerebro: regálate un tiempo breve para escuchar la variedad de la misma, utiliza la que ya tengas o acude al extenso acceso que tenemos por internet. Deja que cada melodía ingrese en tí y registra qué te va produciendo.
Por ejemplo, un bolero puede generar un alto nivel de afectividad en una persona, y melancolía en otra. Date cuenta qué tiene ganas de hacer tu cuerpo: ¿se relaja?, ¿quiere pararse y moverse? Poco a poco irás construyendo tu propia selección musical para diferentes momentos.
La música incide directamente en nuestros estados emocionales. Como siempre les recuerdo, el poseer información siempre nos suma; a partir de ahí ampliamos nuestra capacidad de elegir qué hacer o no hacer para y con nosotros mismos.
¡Ojalá te animes y la incluyas en tu vida cotidiana!
Dra. Aída Bello Canto
Psicología y Gestalt
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