De igual manera, las palabras poseen esa misma fuerza para romper, resquebrajar y lanzar al vacío; pueden ser manos invisibles que hieren, dañan a otros, un gélido abrazo que paraliza o un volcán que fulmina. Promueve el cierre, el distanciamiento y crea corazas.
Ésto último aparece en muchos vínculos y situaciones, mas hoy me centraré especialmente en la "honestidad bruta" también llamado Sincericidio: "es el acto por el cual una persona, que creyéndose sincera, honesta o dueña de la verdad - cuando en realidad está siendo desconsiderada, carente de tacto e irresponsable verbalmente - comunica a otra cierta información, produciéndole una herida emocional significativa, deteriorando en muchos casos la autoestima".
Ser sinceros implica responsabilidad: qué digo y cómo lo digo; preguntarse si la información o comentario que voy a dar con sinceridad ¿es útil para la otra persona?, ¿le suma esta información? ¿es mi profunda intención ayudar al otro?
Muchas veces tras la máscara de la honestidad bruta lo que se esconde son otras intenciones que no tienen nada que ver con ayudar al otro, sino que sirven a la satisfacción propia del que "abre la boca": pura descarga de lo que le viene a la cabeza (sintiéndose luego muy bien por su "desagote"), celos, envidia, ¿venganza?
Es importante diferenciar al sincericida de la persona impulsiva, aquella que no posee un filtro entre lo que piensa y lo que dice, con lo cual puede encontrarse en situaciones donde corre riesgo de herir al otro. Generalmente el impulsivo se dá cuenta en algún momento de sus palabras destiladas, y suele reparar, disculparse, pues su intención no era dañar. Saco de esta ecuación a algunas personas que se auto-denominan impulsivos, y parapetándose en ello justifican sus "sincericidios".
El real impulsivo tiene registro de lo que se le "escapa", de lo que dice, del efecto que produce o puede producir; y no le gusta esa característica personal porque le importa las consecuencias. Lo que necesita es aprender a callarse y darse cuenta de sus pensamientos, de lo que está a punto de decir ... pero no lo dice. Puede aprender paulatinamente a crear un filtro temporal que le permitirá revisar de forma interna qué va a decir y para qué, teniendo en cuenta al receptor de la comunicación.
La sinceridad siempre toma en cuenta al otro, y el que posee ésta cualidad no la anda pregonando. Sencillamente "Es". Reconoce la responsabilidad, respeto y cuidado hacia el otro; elije con sus palabras/ manos invisibles el qué, el cómo y el para qué. El sincero puede mirar su entorno, recorrer mentalmente sus vínculos y registrar la calidad de sus relaciones, así como la cantidad de redes soportativas que posee. Estará enriquecido/a.
El sincericidio, "la honestidad bruta", carece de tacto y prudencia; por supuesto que no le importa qué repercusión o efecto tenga lo que dice sobre la otra persona. Dirán que sí les importa el otro y que "por eso se lo dicen", "van de frente", "son brutalmente honestos por el bien de esa persona", ... y no miran el desastre que pueden dejar a su paso, los caídos en su camino, las heridas ejecutadas. El sincericida puede mirar su entorno, recorrer mentalmente sus vínculos y registrar la calidad de sus relaciones, así como la cantidad de redes de soporte que posee. ¿Qué creen que encontrará?
¡Buena Vida Gente linda!
Dra. Aída Bello Canto
Psicología y Gestalt
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